En esta vida solo somos peregrinos, nuestra patria es el cielo.

Una comparación sugestiva muestra las diferencias entre el nómada y el peregrino. El nómada gira y gira, sin metas fijas. Se adapta, como mejor puede, a los lugares, al clima, a las circunstancias. No fija morada en ningún lugar. Llega a un punto para luego reemprender la marcha. El peregrino también se mueve, camina, incluso a veces con giros y más giros. Pero tiene ante sus ojos una meta, un lugar en donde espera establecerse. Sueña con una patria, en la medida de lo posible, “definitiva”. ¿Cómo vivo, como nómada o como peregrino? ¿Voy de ocupación en ocupación sin una meta fija, o escojo y decido según un objetivo que dé sentido a todos los esfuerzos? El cristiano no vive como un nómada, girando sin metas, en caminos que se convierten en un fin en sí mismos. El cristiano sabe de dónde viene y a dónde va. Por: P. Fernando Pascual LC |

Y esta vida nómada a cobrado un valioso sentido de peregrinaje en búsqueda de arar tierras, para sembrar semillas de virtudes olvidadas. Semillas que nos regresaran nuestra libertad, el amor. Por qué solo el amor nos salvara ¿Acaso en tu corazón hay tierra fértil para germinar?