Lo Sagrado se cubre

“Vendrán unas modas que han de ofender mucho a Nuestro Señor”
…Nuestra Señora de Fátima, 1917

Lo sagrado se cubre.

El velo, como una tradición, es una costumbre muy antigua que ahonda sus raíces en el pueblo de Israel; era un elemento que expresaba sumisión a Dios y respeto.

Uno de los motivos para el pueblo de la Antigua Alianza de usar el velo era la costumbre de cubrir lo que se consideraba digno de respeto, de veneración. Un ejemplo de esto lo vemos en el Antiguo Testamento con el Arca de la Antigua Alianza que se guardaba detrás del velo del Santo de los Santos. Y se sabe además que Moisés se cubrió el rostro al “ver” a Dios.

Y la Iglesia ha retomado esta norma por los mismos motivos; de esta manera se cubren, por ejemplo, el cáliz, el sagrario, el copón, los altares, etc.. El velo denota además respeto por el lugar y la conciencia de estar en una situación y en un lugar especiales; lo vemos, por ejemplo, cuando a las mujeres se les pide llevar mantilla en situaciones de solemnidad ante el Papa.

La mujer, que suele ser más espiritual y más sensible a lo religioso que el hombre, usa el velo sobre la cabeza exteriorizando de esta manera una profunda reverencia al ser ella consciente de estar en la presencia de Dios.

La mujer, al cubrirse la cabeza, se recoge en oración, entre otras cosas, evitando así la distracción propia como ajena. De esta manera el velo es símbolo de modestia, de lucha contra la vanidad (cubrir la propia gloria para dársela a Dios), de recogimiento, de entrega a Dios, de imitación a María la sierva del Señor.

No es por tanto el velo algo estético o un adorno, sino un instrumento que llama al recogimiento y al silencio; es un elemento que llena majestuosamente la iglesia de piedad y de reverencia al ver a las mujeres recogidas en oración y entregadas a Dios sin dispersiones dándole a Dios el lugar central en la vida.

En la Primera Carta a los Corintios (11, 5,6), 11:5  
«Y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza; es como si estuviera rapada.
Por tanto, si una mujer no se cubre la cabeza, que se corte el pelo. Y si es afrentoso para una mujer cortarse el pelo o raparse, ¡que se cubra!»

Si la mujer siempre usó velo, ¿Por qué muchas no lo usan desde hace poco más de 40 años?

¿Por qué existe el uso del velo o mantilla para las
mujeres en la Iglesia católica?

El uso del velo en el cristianismo es sumamente importante y no un tema que le concierne “sólo” al Código de Derecho Canónico, sino a más de dos milenios de Tradición de la Iglesia, extendiéndose al Antiguo Testamento y a exhortaciones en el Nuevo Testamento. La Palabra de Dios no cambia ni se adapta a las modas.

Leamos la Primer Carta de San Pablo a los Corintios, capitulo 11:
LA MUJER EN LA IGLESIA.

«Sed imitadores míos, como también yo lo soy de Cristo. Os alabo
porque en todo os acordáis de mí y guardáis las tradiciones con firmeza,
tal como yo os las entregué. Pero quiero que sepáis que la cabeza de
todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la
cabeza de Cristo es Dios. Todo hombre que cubre su cabeza mientras
ora o profetiza, deshonra su cabeza. Pero toda mujer que tiene la
cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza;
porque se hace una con la que está rapada. Porque si la mujer no se
cubre la cabeza, que también se corte el cabello; pero si es deshonroso
para la mujer cortarse el cabello, o raparse, que se cubra. Pues el
hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que él es la imagen y gloria de
Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. Porque el hombre no
procede de la mujer, sino la mujer del hombre; pues en verdad el
hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del
hombre. Por tanto, la mujer debe tener un símbolo de autoridad sobre la
cabeza, por causa de los ángeles. Sin embargo, en el Señor, ni la mujer
es independiente del hombre, ni el hombre independiente de la mujer.
Porque así como la mujer procede del hombre, también el hombre nace
de la mujer; y todas las cosas proceden de Dios. Juzgad vosotros
mismos: ¿es propio que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta?
¿No os enseña la misma naturaleza que si el hombre tiene el cabello
largo le es deshonra, pero que si la mujer tiene el cabello largo le es una
gloria? Pues a ella el cabello le es dado por velo. Pero si alguno parece
ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni la tienen las
iglesias de Dios».

Las Sagradas Escrituras dependiendo la traducción contienen comentarios, para una correcta interpretación, cito los de Mons. Straubinger:

1 El Apóstol, que al terminar el capítulo anterior no ha vacilado en señalar su propia conducta para mostrar que ella no contradice lo que sus labios predican, se apresura a completar aquí su pensamiento con el Nombre del divino Maestro. Sólo Él es santo, y nadie puede serlo sino gracias a Él. Cf. 10, 17; Jn. 1, 16; Rm. 16, 27 y notas.

3. S. Pablo, que en las Epístolas de la cautividad nos presentará a Jesús como la Cabeza del Cuerpo Místico (Ef. 1, 22 s.; 4, 16, etc.) quiere aquí “que sepamos” que Jesús es Cabeza de cada varón, siendo éste para Cristo lo mismo que la esposa es para él, es decir, algo que, si bien le está sometido, no es una simple esclava sino el objeto de todo su amor, a quien él mismo se entrega totalmente. Este concepto del alma esposa de Cristo, que meditamos en el Cantar de los Cantares, es completado por S. Pablo en 2 Co. 11, 2, donde dice que nos ha presentado a Cristo para desposarnos con Él como una casta virgen. Dios es cabeza de Cristo: Véase en 3, 22-23 y notas, cómo este misterio de amor y sumisión de la mujer al varón y del varón a Cristo, es el mismo que existe entre Jesús y el Padre.
5 ss. Tomen nota las mujeres cristianas del celo con que S. Pablo señala esta conveniencia de velarse la cabeza en el Templo, cosa que hoy está olvidada o deformada por el uso de sombreros que nada cubren y que no son signo de dependencia como ha de ser el velo (v. 10). En tiempo de S. Pablo, sólo las rameras se atrevían a tener esa conducta.
7. “No se dice aquí que el varón sea la imagen y la gloria de Dios en atención solamente al cuerpo, alma y espíritu (1 Ts. 5, 23) puesto que a este respecto lo es igualmente la mujer … No debe el varón cubrir su cabeza, porque el velo es señal de sujeción” (S. Crisóstomo). En esta época de excesivo feminismo conviene recordar que la sujeción de la mujer no es doctrina de tal o cual escuela, sino que fue impuesta expresamente por Dios: “Estarás bajo la potestad de tu marido y él te dominará” (Gn. 3, 16).
10. Es decir por respeto a los ángeles de la guarda, y quizá también por los que asisten invisiblemente a las asambleas de los cristianos (S. Crisóstomo y S. Agustín). Cf. v. 5 y nota.

De acuerdo a la enseñanza de San Pablo, las mujeres deben usar el
velo como signo de que la gloria de Dios, no la propia, es el centro del
culto. También como signo externo del reconocimiento, y sumisión, de la
autoridad, tanto de Dios como de los esposos (o los padres, de acuerdo
al caso), y del respeto a la presencia de los Santos Ángeles en la Divina
Liturgia. En el uso del velo se refleja el orden divino invisible y lo hace
visible. San Pablo presenta esto claramente como una ordenanza, ya
que es la práctica de todas las iglesias.
Él asegura que, mientras la mujer está hecha para la gloria del hombre
al igual que el hombre está hecho para la gloria de Dios, «en el Señor, ni
la mujer es independiente del hombre, ni el hombre independiente de la
mujer. Porque así como la mujer procede del hombre, también el
hombre nace de la mujer; y todas las cosas proceden de Dios».

¿Cuándo y porque las mujeres católicas han
dejado de usar el velo o mantilla?

En el Nuevo Misal Romano promulgado por Pablo VI no se explicitó la
obligatoriedad de usar velo en la Iglesia y en el Código de Derecho
Canónico de 1983 tampoco se mencionó el uso del velo ni su supresión,
dejando a los clérigos y fieles actuar según su criterio (siendo éste en
muchos casos ignorante y espantoso con frutos desastrosos)

Si la mujer siempre usó velo, ¿Por qué se ha revelado y no lo usan
desde hace poco más de 40 años?. Hay una respuesta quizás dura para
muchos pero real: el hombre en una operatoria nunca antes vista ha
tergiversado y ha querido convertir, la religión Católica en una pseudo
religión del amor al hombre, independientemente de la Voluntad de Dios
y la obediencia debida a Él.

El Código de Derecho Canónico de 1917, en el canon 1262, «Las
mujeres en la Iglesia y muy especialmente cuando se acerquen a
comulgar “deben tener la cabeza velada y deben vestirse
modestamente En el nuevo de 1983 no se ha mencionado, por tanto,
nunca se abrogó, simplemente ya no se mencionó, por tanto, sigue
vigente.

Recordemos:

· La Palabra de Dios no cambia ni se adapta a las modas.
· El velo, como una tradición, es una costumbre muy antigua que
ahonda sus raíces en el pueblo de Israel; era un elemento que
expresaba sumisión a Dios y respeto.
· Lo sagrado se cubre, el cáliz, sagrario, copón, templo.
· La mujer acompaña a Dios en el milagro de dar vida.
· Imitación a Nuestra Santísima Virgen María.
· El velo es símbolo de sumisión y entrega total a Dios, vamos a adorar
a Dios al templo no ha que nos vean, el cabello es sensual.
· El uso del velo en el cristianismo es sumamente importante y no un
tema que le concierne “sólo” al Código de Derecho Canónico, sino a
dos milenios de Tradición de la Iglesia, extendiéndose al Antiguo
Testamento y a exhortaciones en el Nuevo Testamento.
· El velo es un símbolo tan relevante como la sotana del sacerdote y el
hábito de la religiosa.
· La mujer, que suele ser más espiritual y más sensible a lo religioso
que el hombre, usa el velo sobre la cabeza exteriorizando de esta
manera una profunda reverencia al ser ella consciente de estar en la
presencia de Dios.
· La mujer, al cubrirse la cabeza, se recoge en oración, entre otras
cosas, evitando así la distracción propia como ajena. De esta manera
el velo es símbolo de modestia, de lucha contra la vanidad (cubrir la
propia gloria para dársela a Dios), de recogimiento, de entrega a
Dios, de imitación a María la sierva del Señor.

Reflexión personal:

Exigía que me valoraran, cuando yo no me daba a valer.

Las mujeres somos valiosas, somos el pilar de la familia y acompañamos a Dios en el milagro de dar vida, la sociedad actual plantea el liberalismo, el cual denigra y quita toda dignidad a la mujer, y lejos de liberar nos vuelve esclavas.

Veamos una comparación muy sencilla, en una tienda, la mercancía más valiosa se guarda en vitrinas bajo llave, se cuida y vigila; la mercancía más barata y que ya se quiere vender pronto, se saca dónde todos puedan verle, tocarle y probarle, sin ningún reparo de que roben o maltraten el producto ya que la tienda quiere deshacerse de él, rematando y a veces hasta regalando.

Cuando no tenía una concepción de la bella virtud de la modestia, no comprendía esto, por naturaleza caída las mujeres buscamos ser vistas, ser amadas, pero llegamos a caer en el error de mostrarnos al mundo como mercancía barata, con vestimenta y arreglos que parece que nos urge salir, muchas otras veces por seguir las modas del mundo.

Las virtudes en el orden de Dios nos hacen dignas y valiosas.
Cómo hija de Dios ahora más que nunca me doy a valer.

Ahora no busco agradar al mundo busco agradar a Dios.

«Que vuestro adorno no sea de afuera: el rizarse los cabellos, ornarse de joyas de oro o ataviarse de vestidos, sino el (adorno) interior del corazón, que consiste en la incorrupción de un espíritu manso y suave, precioso a los ojos de Dios.
1 Pedro 3, 3-4

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Por: Montserrat Castillo